Pasaran mil años, pero difícilmente se hará una película a la altura de El Padrino. Lo que Francis Ford Coppola logró a partir de la novela de Mario Puzzo es algo que no se puede explicar. Demasiados talentos brillantes coincidentes en mismo espacio y tiempo dieron como resultado la que, para muchos, es la obra cumbre de la historia del séptimo arte. Una alarde en todos los sentidos, pero también en capacidad de improvisación y en suerte.
¿Por qué funciona tan increíblemente bien el personaje de Vito Corleone? Pues por el trabajo de un Marlon Brando capaz de dotar de infinitos rasgos a un tipo inolvidable. Desde su primera aparición, Don Vito se convertía en patrimonio del cine. Sus gestos, su forma de hablar, su mirada… y el gato de su regazo.
¿Recuerdas el gato que sostiene en su regazo el mismísimo Vito Corleone en la primera entrega de El Padrino? Pues parece ser que el minino en cuestión se coló en el set y Brando decidió que acariciarlo mientras impartía su “justicia” le daría un curioso toque al personaje. Francis Ford Coppola lo vio claro también, dando origen a uno de los mejores momentos de la historia del cine.