A principios del siglo XXI, la poderosa Tyrell Corporation creó, gracias a los avances de la ingeniería genética, un robot llamado Nexus 6, un ser virtualmente idéntico al hombre pero superior a él en fuerza y agilidad, al que se dio el nombre de Replicante. Estos robots trabajaban como esclavos en las colonias exteriores de la Tierra. Después de la sangrienta rebelión de un equipo de Nexus-6, los Replicantes fueron desterrados de la Tierra. Brigadas especiales de policía, los Blade Runners, tenían órdenes de matar a todos los que no hubieran acatado la condena. Pero a esto no se le llamaba ejecución, se le llamaba “retiro”. Tras un grave incidente, el ex Blade Runner Rick Deckard es llamado de nuevo al servicio para encontrar y “retirar” a unos replicantes rebeldes.
Poca presentación hace falta para Blade Runner. La obra cumbre del cine de ciencia-ficción se plantaba en nuestras vidas en 1982 por cortesía de Ridley Scott y adaptando con acierto la novela de Philip K Dick. De hecho, Pocos momentos de cine han conseguido emocionarnos más que ese final entre Rick Deckard (Harrison Ford) y el replicante Roy (Rutger Hauer). Después de perdonarle la vida a Deckard y de su inolvidable monólogo, Hauer pronunciaba ese “Todos esos momentos se perderán en el tiempo…”, pero se sacaba de la manga el hermosos “…como lágrimas en la lluvia”.
Efectivamente, unas palabras improvisadas por parte de Rutger Hauer que daban como resultado una de las frases más emblemáticas de la historia del séptimo arte.