Kristy, Ben y Liz son tres jóvenes excursionistas que se adentran en el Parque Nacional de Wolf Creek en Australia. Los problemas empiezan cuando su coche no arranca. Mientras buscan ayuda, se cruzan con Mick Taylor, un agradable habitante de la zona que les promete reparar el vehículo. Los jóvenes acceden a acompañarle a su campamento, sin saber que su viaje se convertirá en una encrucijada terrorífica…
Cuando uno lee semejante argumento, parece que todos los ligares comunes del terror se han condensado en la sinopsis. Efectivamente, eso es lo que ocurre en Wolf Creek. Sin embargo, tan habilidosa es la puesta en escena de Greg McLean que todo parece magistral. Y es que cualquiera podría cometer el terrible error de pensar que el argumento lo es todo en un buen filme de terror. Nada más lejos de la realidad, ya que Wolf Creek nos enseña que un clima bien trabajado y una planificación audaz pueden terminar por crear un filme glorioso.
Wolf Creek es mucho más de lo que parece. Su capacidad para la sorpresa es encomiable. Se suda un cuanto, lo que todo fan del terror siempre agradece. Tensión a raudales en una cinta que pronto se convertiría en obra de culto, lo que valdría para el desarrollo de varias secuelas y una serie de televisión bastante interesante.