NOTA: 7
Demasiadas películas de terror llevamos ya a nuestras espaldas como para no conocer las convenciones y lugares comunes propios del género. Sabemos que los grupos de adolescentes siempre optan por separarse ante la inmediatez de la amenaza. No somos ajenos a que la animadora rubia y el quarterback cachas del instituto son solemnemente estúpidos. Del mismo modo, estamos a punto de perder los nervios cada vez que, con el asesino/monstruo/criatura del averno tendido en el suelo, los protagonistas optan por largarse corriendo en vez de rematarlo ¡Por amor de Dios!¿Es que no hay nadie con dos dedos de frente en las cintas de terror? Si a todos nos irritan tanto esas cosas, ¿por qué nadie les pone remedio? Ha tenido que llegar el padre de la versión cinematográfica de “Los Vengadores” para ofrecernos un guión de terror que al fin nos deje satisfechos. Joss Whedon ha experimentado todas esas sensaciones de las que hablábamos y se marca, con el libreto de “La cabaña en el bosque” una tesis doctoral sobre el género.
Mandemos a un grupo de adolescentes con las hormonas revolucionadas a una tétrica cabaña en el corazón de un tenebroso bosque. Cuanto más incomunicados, mejor. El caldo de cultivo es ideal para hacérselas pasar canutas. Aquí empieza la revolución urdida por Wheddon y el director Drew Goddard. La denuncia mediante la hiperbolización. Es tal lo subversivo de la propuesta, que dan ganas de inventarse un calificativo para definirla. “Sátira veneradora” sería bastante apropiado. En “La cabaña en el bosque” se toman todos los convenios y tratados del género “terror” y se van desmontando uno a uno. Originalidad sin parangón, hallada en exageración de los elementos que tantas veces hemos visto.
Lo que ocurre es que en esa obsesión por convertirse en una obra tan inteligente y singular dentro del género, por momentos se aleja demasiado hacia un terreno cercano a la parodia. Si la intención de Whedon y Goddard era dinamitar el sistema desde dentro, no se puede decir que lo consigan porque no siempre están dentro. No se puede negar que existen situaciones de verdadera tensión, carreras frenéticas o momentos de pura casquería, pero la cinta se pasa de rosca en ciertos pasajes. Mejor dicho, se pasa de lista. Le falta el espíritu que hace a las películas de terror tan encantadoras (por inapropiado que parezca el término). Es probable que “La cabaña en el bosque” no sea todo lo original que pretendía, pero curiosa es un rato. Lo son la mayoría de sus situaciones y lo son su personajes. Kristen Connolly, Chris Hemsworth y Fran Kranz hacen un buen trabajo al que se añaden los divertidísimos Richard Jenkins y Bradley Whitford, adalides del más arraigado puritanismo dentro del género. Un par de románticos.
Puede que “La Cabaña en el bosque” no consiga finalmente que su “revolución” triunfe, pero nos ofrece un buen puñado de escaramuzas nada despreciables. Seguro que van a disfrutar de sus más de cien minutos porque no le falta ningún ingrediente, pero al final echaran de menos que los chicos se separen por convencimiento de que esa es la mejor opción para sobrevivir, añorarán la falta de sentido común de los protagonistas y se sentirán incompletos al no poder insultar a los personajes por su estupidez. Si las convenciones llevan cien años funcionando, por algo será.
Héctor Fernández Cachón