Somos unos dinoadictos irredentos. Todo lo que suene a dinosaurios nos encanta, por lo que no es de extrañar que Steven Spielberg y su Jurassic Park nos hayan marcado irremediablemente. La cinta de 1993 y sus continuaciones lo son todo en lo que a dinosaurios cinematográficos se refiere. De hecho, la saga Jurassic World lo petaba a lo bestia, con una nueva trilogía que ha funcionado a las mil maravillas.
Tan buena fue Jurassic Park que se llevó por delante todas las posibilidades de éxito de películas con cierto encanto, como Tammy and the T-Rex. Y es que tenemos que viajar a 1994 para encontrarnos con una cinta que hoy resulta realmente difícil de encontrar.
Un malvado científico implanta el cerebro de Michael, un estudiante de secundaria asesinado, en un Tyrannosaurus. Se escapa, da rienda suelta a vengarse de sus verdugos de la escuela secundaria y se reencuentra con su novia Tammy. Ese era el loco argumento de una película que tenía como protagonistas a unos jóvenes Denise Richards y Paul Walker.
Efectivamente, el T-Rex de la cinta dejaba mucho que desear, pero no podemos por menos que disfrutar de la película que en su día fue carne de videoclub.