Qué sería de Terminator sin el Gobernator… Obviamente, estamos ante uno de los grandes iconos del cine moderno. De entre los incontables papeles legendarios de Arnold Schwarzenegger, probablemente el del T-800 sea el más emblemático de todos. Nunca el intérprete austriaco lució tan imponente como cuando James Cameron decidió que era el hombre ideal para protagonizar una saga idolatrada por millones de cinéfilos.
Si Terminator (1984) era crema, lo de Terminator 2 (1991) ya era cremaza. Clásicos inmediatos de la ciencia-ficción y de el cine en general. Unas películas que nos resultan imposibles de imaginar sin la imponente presencia de Arnold Schwarzenegger, pero que estuvieron realmente cerca de tener un protagonista bien distinto.
Era el tipo más querido de América. Tras terminar su exitosa carrera como jugador de fútbol americano, O.J. Simpson hacía sus pinitos en el mundo del cine. Si el “juice” estaba de por medio, todo resultaba un éxito. Y es que, pese a que hoy pueda parecer impensable, él era el ojito derecho del país. Así, los responsables de Terminator decidían que era la mejor opción para protagonizar el filme.
Así, cuando todo parecía cerrado, James Cameron irrumpía en escena y decidía que O.J. Simpson no era el tipo adecuado para meterse en la piel sintética del T-800. Buen ojo por un lado, aunque la razón esgrimida ha terminado por revelarse como bastante desacertada: Tenía demasiada cara de bueno, según el director.