Es, sin lugar a dudas, una de las apuestas televisivas más audaces de los últimos tiempos. Al hablar de la HBO se nos suele olvidar mencionar series del calibre de Succession. Y es que cuando el epicentro de una serie son el poder y la condición humana, parece que todos nos volvemos más reticentes. Sin dragones, la cosa llama menos. Pero eso es porque todavía no habéis visto echar fuego a esta gente.
Parece imposible hablar de Succession sin mencionar a Shakespeare. Y es que tenemos a un magnate de Wall Street llamado Logan Roy (Brian Cox) rodeado de familiares que esperan ansiosos el momento de la sucesión. Sin embargo, el hombre no ve más que peligro en unos hijos disfuncionales y a los que ve incapaces de tomar las riendas del emporio. Así, a base de diálogos cargados de veneno y mala baba, Succession va arrastrándonos sin contemplación.
¿Quién acabará en el “trono”? Con ese punto de partida se desarrolla una serie capaz de diseccionar sin piedad alguna la condición humana. Choque frontal con la realidad, estamos ante una sátira de esas que te tienen con media sonrisa en la boca todo el tiempo. Siendo Adam McKay (La gran apuesta) su responsable, no podíamos esperar otra cosa.