Olvidad todo lo visto hasta ahora. El cine de animación suele darnos grandes alegrías, pero no todo es Pixar, Ilumination Entertainmet y compañía. A veces ocurren milagros donde uno menos se lo espera y Klaus era la mejor prueba de ello el pasado año.
Un cartero es enviado a una ciudad congelada en el norte, donde descubre que Papá Noel está escondido. A Jesper , el peor estudiante de la academia postal, le destinan a Smeerensburg, una gélida isla más allá del Círculo Polar Ártico, donde sus conflictivos habitantes apenas intercambian palabras y, mucho menos, cartas. Jesper está a punto de rendirse cuando encuentra una aliada, Alva, la profesora del pueblo. También descubre a Klaus , un misterioso carpintero que vive aislado en una cabaña repleta de juguetes hechos a mano. Estas improbables amistades traerán la alegría de nuevo a Smeerensburg, y crearán un nuevo legado de vecinos generosos, leyendas mágicas y calcetines colgados con cariño en las chimeneas.
Así se presenta Klaus, una cinta arrebatadora en la composición de cada plano y en el diseño estético de cada entorno o personaje. Todo es mágico, sea esa magia en dimensión oscura o brillante. Y es que la lista de películas navideñas imprescindibles acaba de dar con una nueva e ilustre integrante para la lista.
¿Sabéis que es lo mejor de todo? Pues que Klaus es española, lo que pone nuevamente de manifiesto la buena salud de la que el género goza en nuestro país. Si todavía no habéis visto esta maravilla, corred a Netflix para ponerle solución, porque la cinta tiene que ser un clásico navideño para los restos.
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