Adoramos a este tipo. Sin lugar a dudas, Tim Burton es uno de nuestros directores favoritos. Desde hace décadas, cada vez que se pone ante las cámaras pasa algo sensacional. Su peculiar estilo siempre aporta algo. Raro es que no se disfrute hasta en sus obrar menores. Eso sí, lo de El Planeta de los Simios no había por donde cogerlo.
Corría el año 2001 y la tragedia se mascaba. Muchos fueron los directores que se plantearon la idea de recuperar para el cine la historia dirigida por Franklin J. Schaffner en 1978. Había material para darle una vuelta de tuerca. Oliver Stone y James Cameron lo sabían, por eso contemplaron la idea hasta rechazarla finalmente por falta de un guión que viniese a aportar algo nuevo. Así llegó un Tim Burton que solo pudo mejorar el aspecto de los simios. El resto, entre muy malo y patético. Pongo a un puñado de monetes a perseguir a Mark Wahlberg y, de paso, me cargo el recuerdo de un clásico de la ciencia-ficción. Ni rastro de Burton en una película flojísima.
Año 2029. En una misión rutinaria, el astronauta Leo Davidson (Mark Wahlberg) pierde el control de su nave y aterriza en un extraño planeta, que está gobernado por una raza de simios cuya inteligencia es similar a la de los seres humanos, a los que, sin embargo, tratan como si fueran animales. Con la ayuda de una chimpancé (Helena Bonham-Carter) y de un pequeño grupo de rebeldes, Leo encabeza una rebelión contra el poderoso ejército dirigido por el general Thade (Tim Roth). La clave de la victoria consiste en llegar a un templo sagrado, situado en la zona prohibida del planeta, que contiene extraordinarios secretos del pasado.
Así se presentaba una horrorosa película que parecía enterrar por completo cualquier posibilidad de volver a El Planeta de los Simios. Poco podíamos imaginar la espectacular saga que íbamos a disfrutar años después.