Crítica: “3 Bodas de Más”

7

NOTA: 6

“Uno es uno y sus circunstancias”, como bien apuntaba aquel filósofo español novecentista. No queremos incendiar las más enconadas discusiones sobre la trascendencia filosófica de las particularidades del individuo… o si ¿Qué más da? A ningún filósofo le importa nuestras solemnes palabras, de modo que podemos decir que Ortega y Gasset nos ofreció una reflexión muy cercana a la verdad absoluta. Pues bien, si ustedes y yo echamos un vistazo a nuestras circunstancias cinematográficas aparecen varios elementos que irremediablemente se encuentran grabados en nuestro subconsciente. Consecuencia de los ochenta y de los noventa, tenemos las retinas educadas para el cine de Martin Scorsese o Brian de Palma, pero también al maravillosos cine de John Hughes y de Zemeckis, al Spielberg más lúdico, a John Cusack con su radio casette y a un grupo de jóvenes aventureros llamados “los goonies”. Lo mismo le ocurre a Javier Ruiz Caldera, que tras la divertida “Spanish Movie” y la magnífica “Promoción Fantasma” intenta ahora recuperar el espíritu de la buena comedia con “3 Bodas de más”.

Vaya por delante que, para no variar, con la nueva película de Ruiz Caldera se van a reír en más de una ocasión. No es esta una conquista menor, pero el precio que paga el director es elevado ya que “3 bodas de más” es divertida a 7costa de sacrificar el estilo noventero que tanto nos gustaba y moviéndose a medio camino entre romanticismo y gamberrismo sin terminar de decidirse por uno u otro. A medida que avanza la cinta nos vamos alejando de “Bridgett Jones” y nos vamos acercando a “Algo pasa con Mary”, siendo el punto de inflexión la segunda boda de las tres que promete el título. El cambio es traumático hasta un punto tal, que los momentos de diversión proporcionados en pasajes anteriores resulta eclipsado por otros de simple mal gusto.

El personaje de Ruth da para mucho (¡diablos!¡Es real!). Una mujer treintañera a la que se le juntan las invitaciones consecutivas a las bodas de sus tres ex novios con una profunda crisis existencial da para mucho. Es muy de agradecer un retrato femenino tan alejado de la habitual pose de princesa (va a resultar que mujeres y hombres no somos tan diferentes) y más si el pincel cae en manos de una actriz como Inma Cuesta. En su debut en la comedia, la intérprete no solo sale airosa, sino que se postula como referente del género para años venideros. Sencillamente magnífica su humanamente hilarante Ruth. A su alrededor, la plantilla de secundarios no le anda a la zaga. Paco León, Quim Gutiérrez, Laura Sánchez, Berto Romero o Rossy de Palma nos regalan docenas de momentos inolvidables. No se puede decir lo mismo del tipo al que el guión nos obliga a querer, ya que Martiño Rivas camina siempre dos pasos por detrás del resto de sus compañeros. Su falta de vis cómica le acerca más a un “RoboCop” moderno que al galán que cabría esperar de él. Mucho trabajo le queda por delante al actor para alcanzar el nivel que se espera de él.

4

La factura de la cinta alcanza niveles impecables. Se pone de manifiesto una evolución en la mano del director en la puesta en escena. Del mismo modo, el magnífico reparto salva los muebles en más de una ocasión, pero podemos pedirle más a un Javier Ruiz Caldera llamado a regalarnos muchos años de risas. Podemos pedirle la originalidad a la que nos tenía acostumbrados, ya que era capaz de hacernos reír con historias menos previsibles. Uno es uno y sus circunstancias, así que esperaremos a su cuarto largometraje para ver cuales son las circunstancias cinematográficas que porta el subconsciente del director. Nos ha vuelto a hacer reír, pero nos deja confusos.

 Héctor Fernández Cachón