Siempre sera recordada como la película que le quitó el Oscar a La La Land, pero lo cierto es que Moonlight es una maravilla. La vida de un chico negro americano en un entorno complicado parece una historia nacida para caer en los lugares comunes. Rap, pandillas, atracos a licorerías y la falta de oportunidades serían pilares suficientes para facturar un producto resultón. De hecho, si añadimos el tema de la homosexualidad, parece que ya podemos prepararnos para vivir un dramón plagado de momentos descorazonadores. Eso es lo que haría cualquiera que no fuese Barry Jenkins y que no hubiese construido la descomunal maravilla que es Moonlight.
Ese chaval de Miami llamado Chiron tiene una mirada quebradiza. No necesita palabras para dejarnos claro que el viaje será más profundo de lo esperado. Para Moonlight no existen los roces superficiales. Aquí se entra a lo más profundo del amor y del dolor. De hecho, es amor todo lo que existe en este filme. Amor romántico, amor maternal, amor altruista y amor tóxico. No hace falta ver, oír, ni tocar para que las emociones se claven como espinas. La sutileza bien gestionada puede golpear mucho más duro que nada.
Moonlight es una ofrenda al dios de las pequeñas cosas. Un milagro cinematográfico de esos que ocurren cada mucho tiempo y que hoy podemos disfrutar por cortesía de Amazon Prime Video.