Llegó el año 1997… Y lo masacraron. Efectivamente, hay una extraña afición a no entender algunas cintas de Paul Verhoeven. Un auténtico fenómeno al que le llovieron palos por doquier tras su viaje espacial de Starship Troopers.
En una sociedad futura, se arenga a los estudiantes para que se alisten en el ejército y se conviertan en ciudadanos. Johnny Rico se alista para seguir a su novia, pero acabará participando en una cruenta guerra contra los insectos del planeta Klendathu, tras la muerte de sus padres a causa de un meteoro lanzado por esos insectos contra su ciudad natal. Así, ambos se verán en medio de una cruenta batalla en los confines de la galaxia.
El tiempo es una cosa que pasa y que siempre acaba por dar la razón a Paul Verhoeven. El director holandés cuenta en su filmografía auténticas obras maestras como Desafío Total, Robocop o Instinto Básico así como un puñado de cintas, en su día defenestradas por crítica y público que con el tiempo han encontrado su hueco y han terminado por convertirse en obras de culto. Sin lugar a dudas, Starship Troopers es una de ellas.
Tras el injusto fracaso de Showgirls, ese monstruo del cine llamado Paul Verhoeven decidía volver al mundo de la ciencia ficción con una película que volvía a se maltratada injustamente. Pasa el tiempo y seguimos sin entender semejante linchamiento a una película que mostraba los rasgos típicos de un director que siempre ha hecho del exceso su principal virtud. Starship Troopers no era Casablanca, pero funcionaba a la perfección. Espectacular y divertida, no eran pocos los que decidían enterrar al director que posteriormente nos ofrecería El libro negro o Elle.
Se antoja imprescindible empezar a reconocer que Starship Troopers es una de las grandes cintas de los 90 y que fueron muchos los que se equivocaron. ¡Larga vida a los macroinsectos alienígenas!
Es una cinta, como casi todo el cine de este director que hay que hacerle una segunda lectura