Ella era la nueva estrella del universo Star Wars. Desde que Disney arrancase la tercera trilogía intergaláctica con El despertar de la Fuerza, la mayoría de miradas se volvían hacia la figura de Rey. La joven Daisy Ridley era la encargada de meterse en la piel de un personaje que, desde el minuto uno, planteaba infinitas incógnitas sobre su pasado. De hecho, una de las aficiones principales de los fans de Star Wars a lo largo de estos años era la de tratar de sacarle parentescos a la nueva Jedi.
Finalmente, la cosa caía por el lugar menos esperado. Rey resultaba ser nieta del Emperador Palpatine (sigue pareciéndonos un patinazo que estuviese vivo). Eso sí, los que creyesen que en Disney tenían esa idea desde el principio, ya os podemos asegurar que nada más lejos de la realidad. Más una cuestión de improvisación y bandazos fue el tema de la ascendencia de Rey, lo que la propia Daisy Ridley acaba de confirmar.
“Al principio se estaba jugando con una posible conexión con Obi-Wan. Hubo versiones muy diferentes, hasta el punto de llegar un un momento en el que ella no era nadie… Siguió cambiando hasta terminar donde terminó”.
Visto el viaje sin rumbo e improvisado tomado por la trilogía, a nadie le extraña que el desenlace resultase tan pobre.