Poco podemos decir del maestro que no se haya dicho ya. Resulta imposible entender el cine sin la figura de Clint Eastwood. Si delante de las cámaras es uno de los actores más icónicos de la historia, detrás es uno de los mejores. Efectivamente, en su faceta de director el viejo Clint nos ha ofrecido infinidad de joyas. Demasiadas, nos atreveríamos a decir. Sin Perdón, Los puentes de Madison, Mystic River, Million Dollar Baby, Cartas desde Iwo Jima, Gran Torino… Una lista espectacular en la que piezas espectaculares como Medianoche en el jardín del bien y del mal pueden pasar desapercibidas.
Lo que se presentaba como la tranquila cobertura de una fiesta de Navidad celebrada por un excéntrico millonario (Kevin Spacey) acaba por convertirse en algo mucho más interesante para un joven escritor (John Cusack). Ante un turbio caso de asesinato que implicará al rico sureño, el escritor decide comenzar a investigar por su cuenta, lo que le permitirá conocer a fondo el ambiente y los estrafalarios personajes del lugar.
Sería suficiente argumento decir que es de Clint Eastwood, pero hay que matizar que se trata de una de las grandes lecciones del maestro con una cinta de portentosa narrativa e insano magnetismo. La adaptación de la novela de John Berendt resulta descomunal. La atmósfera creada por el director en ese pequeño ecosistema en el que viven los personajes sirve como reflejo de toda una sociedad .
Pese a que parezca una locura, entre las mejores obras de Eastwood se antoja imprescindible la introducción de una de sus películas más olvidadas y, sin lugar a dudas, la de consumo más complicado. Sin embargo, Medianoche en el jardín del bien y del mal bien merece un puesto de honor.