Tenía una nueva trilogía entre manos, pero las cosas no salieron como él esperaba. Como todos sabemos de sobra, allá por el 2012, George Lucas decidía vender Lucasfilm a Disney con todo lo que ello implicaba. Los derechos de sagas como Indiana Jones y, sobre todo, Star Wars pasaban a manos de la compañía del ratón. En la mente de George Lucas el negocio era redondeo: Se embolsaba una cantidad de dinero descomunal y encima contaba con que Disney le permitiría mantener cierto control creativo. Nada más lejos de la realidad.
Lo cierto es que George Lucas tenía claros los planes para el futuro. De hecho, ya había desarrollado las líneas maestras de lo que sería la tercera trilogía. Una serie de películas que tendrían lugar en el mismo momento temporal visto finalmente y que recuperaría también a los grandes iconos de la saga. Sin embargo, el lado oscuro iba a ser bien diferente.
Tal y como se ha sabido, la intención de Lucas no era otra que la de convertir a Darh Maul en el gran villano. Con unas piernas robóticas y después de la caída del imperio, suya sería la tarea de poner en jaque a los protagonistas. Una idea que Disney descartó para la tercera trilogía, pero que quiso recuperar en el final de Solo: Una historia de Star Wars. Un personaje que ha ido ganando peso de nuevo en la nueva era intergaláctica. No habría sido un mal camino el diseñado por George Lucas.