Os podéis poner como queráis, pero lo de Boyhood pasa una vez en la vida. La historia de 12 años (2002-2013) de la vida de Mason (Ellar Coltrane), de los seis a los dieciocho, es poesía cinematográfica de altura. Durante este periodo, se producen todo tipo de cambios, mudanzas y controversias, relaciones que se tambalean, bodas, diferentes colegios, primeros amores, desilusiones y momentos maravillosos. Un viaje íntimo y basado en la euforia de la niñez, los sísmicos cambios de una familia moderna y el paso del tiempo.
Lo realmente magnífico de Boyhood no es esa curiosa forma de rodar. Nadie recuerda esto cuando pasan los cinco primero minutos del filme. Lo maravilloso es un guion en el que pasa algo magnífico: La vida. Las ilusiones de un niño, los miedos de un adolescente, la pérdida de la inocencia o el amor y el desamor son tangibles hasta lo devastador. De hecho, también hay tiempo para encontrarnos con unos adultos que nos recuerdan eso de que nunca dejamos de madurar, de crecer y cambiar.
¿Recordáis la primera vez que os enamorasteis? ¿Qué hay de esa sensación al descubrir que el mundo era un lugar implacable y lejano al cuento que imaginabais? ¿Os resultan familiares esas pequeñas crisis mezcladas con la sensación de que el planeta tierra está puesto ahí para ti? Todo eso se evoca en una película ágilmente construida. Una cinta que suena a la piedra que cae desde la boca hasta el estómago la primera vez que te rompen el corazón. Disponible en Movistar+.