Crítica: “Cuando todo está perdido”

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NOTA: 6,5

A veces sobran las palabras. En ocasiones no es necesario nada más que una mirada para entender las cosas y si esa mirada está dibujada en los ojos de Robert Redford, poco más hay que añadir. “Cuando todo está perdido (All is Lost)” a penas contiene en todo su guión más de media docena de frases, todas ellas consecutivas. El resto del tiempo solo podemos escuchar el miedo, la desesperanza o el valor de un personajes que grita en silencio. Sirvan pues nuestras primeras palabras de reconocimiento para una vieja estrella, si es que se puede decir que las estrellas envejecen. 2Un Robert Redford que, a sus 77 años se mete en la piel de un hombre enfrentado a la desesperanza y a la soledad en un papel de enorme exigencia, tanto física como emocional. Y el resultado es, simplemente una de las mejores interpretaciones del año y, probablemente una de las más brillantes en la carrera del rubio actor.

“Cuando todo está perdido” tiene cierto aroma a cine íntimo. Un hombre de 77 años que se encuentra a la deriva en su velero dañado durante 105 minutos se antoja como una rareza cinematográfica. Un solo personaje y poco más de dos palabras parecen chocar frontalmente con nuestra concepción de una película de estudio por muchas tormentas que se produzcan durante el metraje. Lo que ocurre es que no conviene confundir “cine íntimo” con “cine cutre”. Salirse del molde no implica sacrificar una estética o un estilo en la realización de primer nivel. Buena muestra de ello es el pulso del que hace gala el director J.C. Chandnor durante gran parte del metraje. No hace falta que un enorme tiburón blanco ataque al protagonista, como tampoco es necesario abrir el cajón de los más asombrosos efectos visuales para aterrorizar al protagonista o al espectador. La soledad en si misma y el sobrecogedora imponencia del océano Índico son suficientes para lograr encoger cualquier estómago.
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Así transcurre la cinta. El esfuerzo por sobrevivir una hora más o un minuto más que traiga consigo el milagro que pueda salvarnos. No hay concesiones al pasado, ni pensamientos de futuro. No hay una historia tras este viejo marino al que acompañamos. No hay recuerdos ni seres queridos. Todo se reduce a salvar el pellejo, dando como resultado un ejercicio cinematográfico de lo más interesante, pero también en ocasiones carente de ritmo.
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“Cuando todo está perdido” se estanca en algunos momentos. Chandnor parece no percatarse de que la angustia la ha conseguido transmitir ya en el primer acto y que la soledad y el hastío del protagonista las ha hecho suyas el espectador a mitad del segundo. No es necesario dilatar los pasajes más allá de lo estrictamente necesario, ya que se corre es riesgo de caer en la reiteración. Seguramente veinte minutos menos no habrían hecho más que mejorar el ya de por si atractivo resultado. Sea como fuere, “Cuando todo está perdido” es una propuesta cinematográfica ciertamente interesante. La supervivencia de un naufrago más cercana a la realidad que podamos haber visto tiene el rostro de un gran actor llamado Robert Redford, que se encarga de recordarnos que el talento no tiene edad.

Héctor Fernández Cachón