América, años 40. Don Vito Corleone (Marlon Brando) es el respetado y temido jefe de una de las cinco familias de la mafia de Nueva York. Tiene cuatro hijos: Connie (Talia Shire), el impulsivo Sonny (James Caan), el pusilánime Fredo (John Cazale) y Michael (Al Pacino), que no quiere saber nada de los negocios de su padre. Cuando Corleone, en contra de los consejos de ‘Il consigliere’ Tom Hagen (Robert Duvall), se niega a participar en el negocio de las drogas, el jefe de otra banda ordena su asesinato. Empieza entonces una violenta y cruenta guerra entre las familias mafiosas.
En la trilogía de Francis Ford Coppola todo es grandioso, pero si con una secuencia nos quedamos es con el magnífico final de su primera entrega. Michael Corleone acaba de coger el peso de su familia tras la muerte del “Don” (Marlon Brando). Muchos dudan de su determinación o aptitud para tomar el relevo de su padre y los más incautos le consideran un hombre débil, pero la sangre de los Corleone hierve dentro de las venas de Michael y el bautizo se su primogénito será el momento ideal para demostrar que la familia está a salvo en sus manos. Cierre glorioso para El Padrino, una de las más grandes (si no la mayor) películas de la historia del cine.