El tiempo no ha hecho su trabajo con The Game. Mientras que cintas mucho más pobres surcan por los años ganando adeptos a su paso, otras maravillas caen en el olvido sin que se pueda comprender. Algo que ocurría con la joya que David Fincher se sacaba de la manga allá por 1997.
El multimillonario Nicholas Van Orton (Michael Douglas) tiene todo lo que un hombre puede desear. Pero Conrad (Sean Penn), su díscolo hermano, aún es capaz de encontrar un regalo de cumpleaños que pueda sorprenderle: su ingreso en un club de ocio capaz de diseñar a su medida aventuras y pasatiempos exclusivos. Comienza así un sendero cuesta abajo hacia la desolación y la locura.
Así se presentaba The Game, un filme considerado como un mero entretenimiento en su día (lo que no es poco decir), pero ocultaba mucho más. Y es que pocos se atreverían a discutir que David Fincher es uno de los tipos más talentosos del cine. lo que queda de manifiesto en este brillante thriller, construido de una forma que roza la perfección y en el que Michael Douglas nos recuerda que es un actor inmenso, tan infravalorado como The Game.
Pocas películas palpitan como The Game. La película nos absorbe desde el minuto uno y nos conduce de la mano hacia lo insano. Un filme que te atrapa y cuyas bondades no podemos menos que ensalzar.