Nos gusta Star Wars, las pelis de superhéroes (algunas), Tarantino. Nos gusta El Padrino. Pero en Alucine no queremos olvidarnos de ese otro cine, del clásico, del olvidado, del cine autor. Del blanco y negro. Y qué mejor que homenajear al director español más importante de la historia con una de sus mejores películas: Los olvidados. Obra maestra del cine social. Buñuel supo combinar algunos parámetros estéticos y discursivos del neorrealismo, corriente que explotó en Italia con cintas como Obsesión de Visconti, con su propia manera cinematográfica. Los olvidados es realista y surrealista, es turbia y contundente, es sugestiva y agresiva. Cine que hiere, que espolea. Películas que ponen firmes nuestra conciencia.
El cineasta aragonés se inició en el cine con su participación en dos hitos del surrealismo: El perro andaluz y La edad de oro. Vistas con perspectiva, son documentos de incalculable valor estético, pero están muy lejos de lo mejor que facturó Buñuel en su carrera como cineasta. No tardaría en emigrar sufriendo su carrera un considerable paréntesis. Aunque no nos podemos olvidar de su documental Las Hurdes en el que el español aplicaba una de sus máximas: “Una película siempre debe defender y comunicar indirectamente la idea de que vivimos en un mundo brutal, hipócrita e injusto… La película debe producir tal impresión en el espectador que éste, al salir del cine, diga que no vivimos en el mejor de los mundos”. Conviene subrayar lo de “indirectamente”, que a muchos especialistas en cine social se les olvida…
Tras el éxito comercial en México de El gran calavera, el productor Óscar Dancigers propone a Buñuel hacer otra película. “Una de verdad”, una en la que Buñuel pudiese explotar todo su talento eligiendo él mismo la historia. Estamos finales de los años 40 y Buñuel, casi con 50 años, pretende mostrar la otra cara de México. La de los parias. “Durante cuatro o cinco meses me dediqué a recorrer las ciudades perdidas, es decir, los arrabales improvisados, muy pobres, que rodean México DF. Algo disfrazado, vestido con mis ropas más viejas, miraba, escuchaba, hacía preguntas, entablaba amistad con la gente. Algunas de las cosas que vi pasaron directamente a la película”. Así se empapó Buñuel del ambiente que reflejaría de forma brillante en Los olvidados.
Narra la historia de un grupo de chavales y niños que viven con un pie (o dos) en la delincuencia. Jóvenes curtidos en las calles que cultivan la picaresca, como mínimo. Y como máximo, el asesinato… Los olvidados enfrenta a dos personajes que optan por caminos diferentes para sobrevivir: Pablo y Jaibo. En torno a ellos diversos tipos humanos que encarnan la vida en los márgenes sociales.
Buñuel se acompañó de varios guionistas para dar forma a la historia. Entre ellos, Max Aub, uno de los artistas referentes del surrealismo de la primera mitad de siglo. Buñuel contó con actores profesionales, pero también con algunos campesinos sin ninguna experiencia delante de la cámara.
Más allá de sus evidentes resonancias sociales, Los olvidados construye un relato vivo, intrigante y áspero que fascina (y entretiene) durante todo el metraje. Porque un director o guionista puede tener las mejores intenciones con su historia, pero no debe olvidar que está trabajando con material de ficción. Buñuel mezcla una trama clásica con elementos surrealistas y simbólicos. Y no falta el erotismo marca de la casa.
Los olvidados fue recibida con cierta irritación en México. No gustó demasiado en algunos sectores el dibujo que presentaba de los bajos fondos del país norteamericano. Sin embargo, fue premiado en Cannes como mejor director y su cinta fue nominada a la Palma de Oro. A la postre, el autor de Belle de jour, Viridiana, o Diaria de una camarera, consiguió el primer éxito artístico de la segunda etapa de su carrera. Los olvidados merece un espacio de honor en nuestra Selección.
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