Películas así no se ven todos los días. Tras la interesante Girlfight, Karyn Kusama sucumbía a los cantos de sirena de los grandes estudios. Los desastrosos resultados llevaban por título Aeon Flux y Jennifer´s Body. Visto que la cosa no funcionaba y que su libertad creativa decrecía llamativamente, la directora optaba por volver a su zona de confort para firmar La Invitación, una cinta capaz de cortar la respiración durante sus noventa minutos.
Will y Eden perdieron a su hijo años atrás. La tragedia afectó su relación de forma irreversible, hasta el punto de que ella desapareció de la noche a la mañana. Un día, Eden regresa a la ciudad; se ha vuelto a casar y en ella parece haber cambiado algo, convirtiéndola en una presencia inquietante e irreconocible incluso para Will. Inquietante. Inquietante… Seguramente no exista una palabra mejor para definir la sensacional cinta. Algo turbador y oscuro hace presa de nuestro ánimo desde una primera secuencia que solo podría firmar quien conoce a fondo los secretos de la narrativa.
¿Qué es lo que perturba nuestro ánimo¿ ¿Qué es lo que hace que nos movamos inquietos? Pues la soberbia puesta en escena de una cinta en la que no podemos dejar de notar que algo va mal. Nada ocurre porque sí. Kusama no desperdicia ni un segundo en dar puntadas sin hilo. Todo es parte de un todo. Cada paso nos acerca más al incierto final del camino. Así, La invitación se convierte en la velada más interesante a la que hemos asistido en mucho tiempo. Disponible en Netflix y HBO.