Una buena película épica siempre asienta el cuerpo. Cuando pensamos en cintas de este perfil, automáticamente se nos vienen a la mente Braveheart o Gladiator. No es de extrañar, ya que hablamos de filmes capaces de ganarse el aplauso de la crítica, el amor del gran público y auténticas pilas de premios. Sin embargo, dignas de reconocimiento son obras que, encontrándose un par de escalones por debajo, siempre han conseguido hacernos disfrutar por todo lo alto. Un nivel en el que Troya luce esplendorosa.
En el año 1193 a. C., Paris (Orlando Bloom), hijo de Príamo y príncipe de Troya, rapta a Helena (Diane Kruger), esposa de Menelao, el rey de Esparta, lo que desencadena la Guerra De Troya, en la que se enfrentan griegos y troyanos. El ejército griego asedió la ciudad de Troya durante más de diez años. Aquiles (Brad Pitt) era el gran héroe de los griegos, mientras Héctor (Eric Bana), el hijo mayor de Príamo (Peter O’Toole), el rey de Troya, representaba la única esperanza de salvación para la ciudad.
Las casi tres horas de duración de Troya se convierten en un viaje trepidante y realmente disfrutable en cada visionada. Era el año 2004 y Wolfgang Petersen demostraba su buen pulso tras las cámaras con una cinta en la que todo funciona como cabe esperar. De alguna forma, el filme recuperaba aquella sensación transmitida por las grandes producciones del Hollywood clásico. Tormenta épica disponible ahora en Netflix, HBO Max y Prime Video.