La vida es cuestión de gustos, pero lo que está clarísimo es que pocos actores tan grandes ha dado el cine en más de un siglo de historia como Robert De Niro. Leyenda viva de la historia del cine, el talento de Bobby no se puede discutir… aunque esté empeñado en que le recordemos de otra forma.
Los últimos tiempos se han convertido en una sucesión de despropósitos dentro de la carrera del actor. Toro Salvaje, El Padrino II, Taxi Driver, El Cazador… Si nos ponemos a contar obras maestras entre los trabajos De Niro, podemos pasarnos todo el día enumerando. El problema es que, desde hace más de una década, casi nos cuesta reconocer al grandísimo actor.
Efectivamente, parece que el único objetivo ambicionado es el dinero. No vamos a reprocharle a este monstruo su deseo de engordar su cuenta corriente en el final de su carrera, pero siempre hemos considerado que podía moverse en un equilibrio entre lo monetario y lo creativo. Tan grave se ha vuelto la situación, que incluso está quemando gran parte del respeto y cariño del público. De hecho, podría estar ante la última oportunidad de redención.
The Irishman y Joker marcaban un camino magnífico para la vuelta de Robert De Niro a lo más alto. Desgraciadamente, su delicada situación financiera provocaba que ese intento por levantar la cabeza cayese de la mano de La última gran estafa o En guerra con mi abuelo. Ahora se vuelve a poner a las órdenes de Martin Scorsese en Killers of the Flower Moon, una película en la que compartirá cartel con Leonar DiCaprio y que huele que alimenta. Eso sí, no parece que vaya a tener otra oportunidad similar por reflotar su carrera. Esperemos que el viejo De Niro sepa aprovechar este último tren.