Tenía toda la pinta de que iba a molar mucho. En estos tiempos en los que la televisión de nuestro país apuesta cada vez más por productos de riesgo, Paraíso se había convertido en una de las mayores esperanzas. La serie rompía con todos los cánones vistos hasta ahora en la pequeña pantalla española. Y es que el aplauso era unánime ante la propuesta. Lástima que el asunto se haya saldado de una forma bastante pobre.
Levante, 1992, final del verano en un pueblo de la costa. Sandra, Eva y Malena, de 15 años, desaparecen en una discoteca sin dejar rastro. La policía no parece estar buscando en la dirección correcta, y por eso Javi, el hermano pequeño de Sandra, comienza una investigación junto a Quino y Álvaro, sus mejores amigos, y Zeta, el matón de la clase. Juntos descubren que quienes tienen a su hermana no son de este mundo.
Efectivamente, resultaba imposible no pensar en una Stranger Things a la española y con aires noventeros. De hecho, la propuesta no apuntaba mal. Paraíso incluso da el pego durante sus primeros minutos. Sin embargo, lo que arranca como una suerte de homenaje constante a producciones que marcaron los 80 y los 90 se desmorona bien pronto. Esto, más que una historia a lo Spielberg, se trata de un auténtico caos.
Batiburrillo de épicas proporciones e inconexa demasiadas veces. Nada tiene sentido en una serie tan preocupada por la forma que olvida constantemente que la clave del éxito siempre es la misma: una buena historia. Una pena.