NOTA: 5,5
El ser humano es un animal constumbrista, pero en constante evolución. Complicada paradoja como pueden apreciar. Ello supone, al mismo tiempo necesidad y reticencia a los cambios. Ya sea un simple cambio de marca de dentífrico o, como le ocurre a Jason Reitman de estilo cinematográfico, un cambio siempre implica un periodo de transición más o menos traumático. El mordaz director, maestro de lo agridulce (con permiso de Alexander Payne y los hermanos Coen) nos propone asistir a su evolución estilistica con “Una vida en tres días”, acercándose por vez primera al más puro melodrama. Un cambio que, como no podía ser de otro modo, resulta francamente difícultoso.
¿Recuerdan aquel último acto de la brillante “Up in the Air”? La cinta que Reitman dirigía allá por 2009 nos ofrecía dos primeros actos realmente cercanos a la perfección, pero unos treinta minutos finales excesivamente convencionales. Tras “Gracias por fumar” y “Juno”, algo había cambiado en la fresca mirada del joven realizador. En un vano intento por recuperar su estilo más genuíno, Reitman nos presentaba en “Young Adult” a una Charlize Theron que flirteaba con el patetismo más absoluto. Un personaje marca de la casa, pero fallido. Jason ya no era el mismo. Había llegado el momento de “Una vida en tres días”.
Disculpen tan pesada introducción en la obra y milagros del director, pero ciertamente se hacen imprescindibles para nivelar la severidad con la que ha de juzgarse “Una Vida en Tres Días”. Una mujer recién divorciada y su hijo de trece años se ven obligados a alojar en su casa a un fugitivo huido de prisión. La presencia intimidatoria del hombre acaba por transformarse en algo mucho más trascendente, ya que los tres se formarán una especie de familia feliz poco usual. Si añadimos que la mujer es Kate Winslet y el prófugo Josh Brolin la cinta parece ideal para pasar un buen rato, pero algo falla en “Una vida en tres día”. Desde un punto de vista meramente narrativo, los cambios experimentados por los personajes y sus relaciones resultan tan traumáticos como el del propio Reitman. Sencillamente no es lógico casi nada de lo que hacen. Vale que el convicto sea un tipo amable y considerado, pero de ahí a encargarse de las chapuzas caseras a las doce horas de haber llegado a la casa va un trecho. Valga como ejemplo del resto de relaciones.
Sea com fuere, la cinta es capaz de sobreponerse a tan drásticas evolucines en la medida en que somos capaces de adaptarnos a las nuevas situaciones con cierta rapidez. No ocurre lo mismo con el exceso de melodrama que convirte algunos pasajes de la cinta en excesivamente pastelosos (textualmente hablado) e incluso solemnemente ridículos. Es en estos momentos cuando más claramente se aprecia que el bueno de Reitman se encuentra inmerso en un importante proceso de cambio. Está descontrolado.
“Una vida en tres días” hace gala, no obstante de más de una secuencia para paladear, con una puesta en escena que, en varios momentos logra tensar nuestros músculos. Puede que no sea mucho, pero es lo que diferencia a la cinta de la más absoluta convencionalidad y lo que nos hace agarrarnos a la idea de que el director solo tiene que superar esta fase de cambios para ofrecernos a un Reitman 2.0 distinto, pero mejorado.
Héctor Fernández Cachón