“No hay psiquiatra que no sea un notorio erotómano”. Es una de las pocas reflexiones que nos vinieron a la cabeza durante el visionado de Jimmy P, en este caso prestada de Antonin Artaud. La otra reflexión fue sobre el drama, nunca suficientemente expuesto, de los indios americanos después de la llegada de los europeos al continente, y especialmente durante la conquista del Oeste a lo largo del siglo XIX.
Cuando Jimmy P. da sus primeros pasos, mecido por la intrigante partitura de Howard Shore, creemos que la historia promete. El cine es un instrumento muy poderoso para reivindicar sucesos históricos olvidados. Y esa parece ser una de las facetas de Jimmy P: recordar la tragedia vivida por un pueblo. Pero cuando pasan 15 minutos de metraje, el ritmo empieza a decaer y la historia se pierde en una madeja de jerga psiquiátrica. Ya no se recuperará…
Hace días hablábamos del gatillazo que a nuestro juicio supuso la exitosa Oh Boy a pesar de los premios recibidos en Alemania. Jimmy P. también ha sido reconocida en Francia con varias nominaciones a los Premios Cesar. Conclusión: en todas partes cuecen habas. El cine español no es el único que premia, de vez en cuando, proyectos de calidad más que dudosa.
Arnaud Desplechin es uno de los cineastas más reconocidos de su país. Tras cinco años de silencio, presentó en Cannes Jimmy P. No nos olvidemos, por cierto, que Cannes es un festival francés… Para esta historia se inspiró en el libro del antropólogo Georges Devereux en el que exponía su relación con un indio Pies Negros al que trató en una institución mental de Topeka a finales de los años 40. Es decir, una historia basada en hechos reales…
El problema es que no todas las historias basadas en hechos reales, por muy reales que sean, dan para una película. No sabemos que vio Desplechin en este asunto. A lo mejor el libro es interesante, pero el tratamiento que le da el director y coguionista galo en su película es completamente errado.
Decir que Jimmy P. es aburrida, es decir poco. Es plúmbea. Incoherente. Farragosa. En ningún momento encuentra el tono adecuado. El espectador cree que va a descubrir algo importante a medida que avance la historia. Todo es muy serio desde el comienzo. Pero nada de nada. Mientras la partitura de Howard Shore va por un lado, las situaciones van por otro. Los secundarios (el equipo de psiquiatras, la novia de Devereux) no aportan nada, no sabemos cuál es su papel en la historia.
Y los dos personajes principales no logran emocionar…Se supone que su relación es el pilar de la película. Dos personas de dos mundos diferentes que deben llegar a entenderse. Parece que al final se entienden, pero nosotros a ellos, no… Tanto Benicio del Toro como Mathieu Amalric no están muy finos, perjudicados por un libreto lamentable. Del Toro es una roca, aunque tal vez era lo que Jimmy P. pedía y Amalric sobreactúa, siempre nervioso. Su personaje agota, tal vez porque tampoco nos ofrece ninguna conclusión firme.
Mención aparte merece la música. Estamos hasta las narices de partituras aparatosas para películas que no lo piden. Howard Shore es un clásico, especialmente célebre por sus colaboraciones con Cronenberg y Peter Jackson. Lo que ha perpetrado para Jimmy P. es totalmente incongruente. Parece una banda sonora intercambiable con cualquier otra película. El tono de la música no se relaciona con la historia. Es como si pones la música de Psicosis en una película de Aki Kaurismaki.
Y así con todo en Jimmy P. A pesar de sus buenas intenciones, la cinta de Desplechin es un quiero y no puedo constante. No es críptica o enigmática. Está mal hecha. No hay más.
Lo mejor: Formalmente correcta.
Lo peor: El guión, no encuentra el tono ni el pulso narrativo. Pretenciosa. Plúmbea. La banda sonora no concuerda con la historia.