Muchos son los elementos distintos que influyen a la hora de que una serie o película se convierta en un fenómeno. Por encima de todo, alcanzar un nivel de calidad superlativo nunca es sencillo. Pero más allá de eso la conexión con el público es algo espiritual que solo se produce muy de vez en cuando. Algo que ocurrió como nunca con Juego de Tronos. La serie de la HBO rompía con todo, alcanzando niveles de popularidad nunca vistos en la pequeña pantalla. Algo magnífico, pero que también ha tenido sus consecuencias desgraciadas.
Desde que Juego de Tronos llegase a su final allá por 2019, muchas son las series que se han presentado como las nuevas Juego de Tronos. Curiosamente, esto no es algo que buscasen sus creadores, sino que un público ávido de volver a vivir las sensaciones ofrecidas por la exitosa serie cargaba con una losa muy pesada infinidad de series de fantasía que terminaban por verse aplastadas bajo las expectativas. Sombra y hueso (Netflix) o la reciente La Rueda del tiempo (Prime Video) son los mejores ejemplos de ello.
Efectivamente, hablamos de series que funcionan de forma más qué interesante. No son obras maestras, pero son consideradas muy por debajo de lo que merecen. Algo injusto y que lleva los espectadores al no poder disfrutar como podrían de ficciones sensacionales.
Han pasado más de dos años desde que Juego de Tronos se despidiese. Veremos muchas más series de fantasía e incluso una precuela de la propia Juego de Tronos, pero ya empieza a ser hora de que asumamos que aquello no volverá. El tiempo nos traerá nuevas obras maestras en distintos géneros y lo pasaremos en grande. Sin embargo, Juego de Tronos solo habrá una.