Es curioso descubrir como hay series que tienen una y mil vidas. A pesar de que la producción televisiva vive su momento más dulce con incontables proyectos sensacionales, la realidad es que algunas ficciones ya bastante talluditas siguen demostrando que los viejos rockeros nunca mueren. En España estamos viviendo un buen ejemplo desde que Aquí no hay quien viva aterrizase en Netflix haciéndose con un lugar de honor entre lo más visto de la plataforma. Algo que está ocurriendo a nivel mundial con una serie mítica.
Son 20 semanas en el Top 10 de Netflix de hasta 13 países distintos. Yo soy Betty, la fea aterrizaba en la plataforma de streaming hace unos meses y su rendimiento no podría ser más impresionante. La telenovela colombiana de 1999 está consiguiendo arrasar de nuevo todos los países de Latinoamérica. Un fenómeno todavía superior al causado en su día. Ver para creer.
¿De qué iba Yo soy Betty, la fea? La fea y torpe Beatriz Pinzón Solano, se ha graduado con honores en economía, posee un cerebro privilegiado para las finanzas y es una computadora ambulante. Pero en el mundo de “Beautiful People”, Beatriz está desempleada. La aventura comienza cuando la Doctora Pinzón decide buscar trabajo en el lugar menos indicado, la sofisticada firma de Eco Moda dedicada al diseño y fabricación de ropa para las lindas y elegantes. Para mantener la imagen de la empresa, todos los ejecutivos deben parecerse a sus clientes. Sólo que para fortuna o desgracia de Betty, ese día el Dr. Armando Mendoza, nuevo presidente de Ecomodas, está de ánimo generoso y contrata a la “Fea” a pesar de las burlas y críticas de sus amigos y asociados. Desde el cuartucho sin ventanas que le dan, a guisa de oficina, la Dra. Pinzón, primero por agradecimiento y luego por amor, rescata al insensato y necio Armando de mil apuros. Betty apoya los inescrupulosos manejos de su jefe, sin darse cuenta de que además de mujeriego, mentiroso, ambicioso y berrinchudo, Armando es un abusador que se aprovecha de ella en todos los aspectos.