NOTA: 7
¡…Y entonces las aguas se abrieron…! No, no. Un momento. Ese era Moisés. Comencemos de nuevo: ¡…Y entonces las aguas se cerraron! Mucho mejor. Ya estamos en el pasaje bíblico adecuado. Tenemos entonces a Noé, a su familia, un arca de épicas proporciones, más lluvia que en El Bierzo y montones de pecadores. Si nosotros ya estamos en vena, imaginaos lo que puede hacer Darren Aronofsky con todo esto. Dale a una bailarina y te hará “Cisne Negro”. Dale a un tipo que habla con Dios, y no te cuento…
La primera impresión que nos puede dar “Noé” es la de cierta ridiculez. Al más puro estilo “La Comunidad del Anillo”, la cinta se marca un prólogo narrativamente maravillosos, pero que hará que se nos escape alguna risilla. No es para menos, dado que los orcos y los señores tenebrosos mutan en esta ocasión para convertirse en Manzanas, serpientes, “Caínes” y “Abeles”. Lo que ocurre es que esas risas de mofa, se convierten en poco tiempo en sonrisas de admiración. Así es. Aronofsky los tiene bien puestos. Es un tipo sin complejos y su “Noé” no podía ser menos. El director neoyorquino toma los elementos propios de la conocida historia bíblica y con un presupuesto digno de los mejores blockbusters es capaz de facturar una cinta marca de la casa. El ser humano ha transformado el mundo en una vasta extensión de tierra yerma. La criatura creada por dios a su imagen y semejanza ha destruido el resto de su creación, haciendo de la tierra un sórdido lugar plagado de crueles pecadores. Así las cosas, el “todopoderoso” decide hacer borrón y cuenta nueva. Visto así, la hermosa historia de Noé no parece tan dulce. Ese es el hilo del que tira el director para llevarnos a su terreno y hacer de “Noé” un producto tan ambicioso, como poco convencional.
Los mejores minutos de “Noé” llegan con las angustias personales de cada personaje. Los fantasmas que sobrevuelan las cabezas de cada uno, especialmente del atormentado protagonista. Aronofsky es fiel a sí mismo, adoptando como principales villanos los que están en la cabeza y en el corazón. El tormento del alma devora a unos personajes que luchan por fe en un hombre. Por fe en Noé. Pero a veces eso no es suficiente.
Dudas, temores, odios y miedos marca de la casa potenciados por los siempre impecables Russell Crowe, Jennifer Connelly, Anthony Hopkins o Emma Watson dan a la cinta el toque de distinción que se le suponía. El problema es que tras las virtudes propias del director, llegan sus defectos habituales, siendo el mayor de todos ellos la desmedida ambición de la que suele hacer gala. Empeñado en lograr la excelencia metafísica, Aronofsky vuelve a empantanarse en tratados sobre el ser, el estar y el parecer. Si en un principio admirábamos el aplomo del bueno de Darren para poner a luchar a ángeles de piedra, parte de ese respeto se evapora al obviar por completo el sentido lúdico de la cinta en muchos momentos. Por suerte, esos momentos de megalomanía no son suficientes para empañar el “todo”.
Cuando termine la proyección de “Noé” se quedarán pensando unas horas o incluso unos días si les ha gustado o no. Al aquí firmante le ha costado casi una semana tomar la decisión. Y es que “Noé” es diferente a cualquier superproducción a la que nos podamos enfrentar. Es una “superproducción de autor”. Interesante fórmula de la que resulta una interesante obra. Simplifiquemos. ¿Me ha gustado? Me gustan los personajes atormentados, me gustan la batallas épicas… ¡Y me encantan los ángeles de piedra! Definitivamente “Noé” tiene su miga.
Héctor Fernández Cachón