El proceso ha sido una de las novelas cumbre del siglo XX. Y Orson Welles uno de sus cineastas fundamentales. La combinación produjo una de las mejores adaptaciones literarias de la historia. Por la enorme exigencia que derivaba de llevar a la gran pantalla aquella joya literaria y por la capacidad de Welles de hacer suyo el espíritu y el mensaje kafkiano.
El director norteamericano ya era a principios de los 60 todo un coloso del cine. Ciudadano Kane, El cuarto mandamiento, El extraño, Otelo, Mr. Arkadin, Sed de mal… Welles había configurado un estilo inimitable y una gran capacidad para transformar cada guión en una perla visual irrepetible. Pero como sabemos la historia de este director es también el relato de un genio enfrentado a la industria y que no fue capaz de nadar a favor de la corriente. Hacer una película no es como escribir una novela. Kafka pudo combinar sus tediosos trabajos de oficina con la literatura, al menos en un principio. Pero Welles necesitaba mucho dinero para llevar a cabo sus proyectos. Y con el paso de los años, la financiación cada vez fue más compleja.
Todo ello le llevó a recorrer mundo buscando dinero y viviendo la vida. Otelo terminó siendo una película sin nacionalidad y a Campanadas a Medianoche le pusieron la bandera de Suiza. Entre medias, pudo llevar a cabo El Proceso tras conseguir financiación en Francia, Italia y Alemania. De paso, logró la participación de grandes actores y actrices como Jeanne Moreau, Romy Schneider o Akim Tamiroff. Y como Josef K, el turbador Anthony Perkins. Y él mismo se aseguró un papel.
A nivel técnico, Welles aportó toda su legendaria sabiduría en el manejo de la cámara, el juego de planos y la excelente fotografía. El famoso adagio de Albinoni se repite a lo largo de todo el metraje inoculando ese espíritu de tragedia moderna que respira toda la novela. Siempre se ha interpretado El proceso como una colosal crítica al sistema judicial. Pero es eso y mucho más. Welles logró trasladar a la pantalla la sensación de asfixia existencial, incertidumbre, desubicación y desarraigo del hombre del siglo XX (y lo que queda). Pero además, en su brillante final, supo añadir nuevos elementos a la novela, utilizando los recursos propios del cine. En suma, una de las adaptaciones literarias más brillantes de la historia del cine.