“Hitchcock” es la película que me ha caído este fin de semana. En realidad, salió sin proponérmelo, ya que desde los carteles promocionales y los diversos tráilers y spots televisivos que he podido ver, sabía que no iba a encontrarme con Hitchcock, pero tampoco con Anthony Hopkins, sino una mezcla indeterminada que da por resultado eso que pretende ser el afamado director. Da un poco de grima ver cómo se mueven esos labios sepultados en toneladas de maquillaje. Este era uno de los puntos por el que me mantenía al margen de la cinta. Otro muy razonable es que las últimas películas biográficas, las llamadas “biopics”, que han caído en mis manos no me han entusiasmado, quitando la de “J. Edgar”.
Pero bueno, el destino así lo ha querido y ha cruzado “Hitchcock” en mi camino. No soy un experto en la vida del director. Como a casi cualquier persona que le gusta el cine, he visto unas cuantas películas suyas (“Extraños en un tren“, que está por ahí el artículo) y conozco alguna que otra anécdota que le envuelve. No creo que deba haberme estudiado su biografía antes de sentarme a ver ese episodio de su carrera, así que presumo que el resto de espectadores estará en un nivel similar al mío, unos más altos y otros más bajos.
“Hitchcock” tiene un atractivo principio porque nos presenta a un director (supuestamente) carismático y muy exitoso con una mujer que le apoya en todo momento. Su vida parece ser más o menos perfecta: mansión de veintemil fachadas, piscina, comida importada de Francia solo para satisfacer la morbosa gula del señorito, una asistente increíblemente eficiente… Pero todo esto se pone a prueba cuando se encuentra con el libro de Robert Bloch, “Psycho”. Le parece tan bueno e interesante, con tanto potencial, que se decide a adaptarlo y aquí empiezan sus problemas.
Barre todo el país para sacar de las tiendas cualquier ejemplar de “Psycho”, así evitará que la gente sepa el final y otros pormenores de su película. Prepara un guión con ayuda de Joseph Stefano y se inicia a la búsqueda de productores que quieran poner su dinero. Se encuentra con tantos escollos para financiar el rodaje que, al final, decide hipotecar su casa y apoquinar de su bolsillo.
“Hitchcock” es una película para quien disfrute de los making of
No me voy a centrar más en el argumento. “Hitchcock” es una película para quien disfrute de los making of y los entresijos del cine, pero no para quien esté interesado en la relación del director con sus actrices, ya que eso, aunque se refleja, se hace con unas pinceladas incompletas. Tampoco se para tanto en él. El título correcto de la película sería “Hitchcock y Alma”, porque el foco recae sobre ambos caracteres. Donde Anthony Hopkins está exagerado, por cierto, Helen Mirren, que hace de su mujer, está soberbia. Pero esto, como cualquier crítica, es subjetivo y estaré de acuerdo en que no coincidáis conmigo.
Respecto al resto de actores solo puedo decir que han sido un desperdicio. James D’Arcy estaba haciendo un buen Anthony Perkins, muy bueno, me atrevería a matizar, y en las pocas escenas que tiene la cámara cogiéndolo solo a él, ¡las roba! Jessica Biel y su Vera Miles también levantaban el ánimo. Con Scarlett Johansson, sin embargo, soy un poco más escéptico, aunque la elección de las actrices hermanas en la metaficción es muy afinada.
Realmente no hay muchas cosas malas que pueda decir de “Hitchcock”, porque sería de tiquismiquis, pero tampoco se me ocurren muchas buenas que resaltar además del principio, los actores secundarios y su esposa o la atmósfera perturbadora que solo a veces se consigue y que es tan afín al director. No he visto que sea una película bien llevada: el conflicto del matrimonio se resuelve de una forma pueril (pero encantadora, eso sí) y la escena de la ducha, esa que hizo tan mítica a “Psicosis” se desarrolla brevemente (cuando se supone que tardaron una semana en rodarla) y de forma un poco ridícula, casi es una falta de respeto a Hitchcock.
Otra cosa que sí me gustó es que a Hitchcock se le apareciera Ed Gein varias veces a lo largo de la cinta, el asesino que inspiró a Robert Bloch y después al cineasta. Eso le daba un toque de locura (otro más para la saca), pero también resalta el valor de visionario de Hitchcock. No es de mis directores favoritos, pero en las películas que lo clava lo hace porque sabe meterse en nuestros miedos y eso solo puede hacerlo alguien con talento, así como la divertida campaña publicitaria para que “Psicosis” no pasara desapercibida.
CONCLUSIÓN: “Hitchcock” de Sacha Gervasi no va a permanecer inmortal. Se desfasará en muy poco tiempo porque solo es una película “entretenida”. Si era su propósito, lo consigue si miramientos. Si aspira a quedarse en el corazón del espectador creo que solo lo logrará con una minúscula minoría.