Crítica: “El Destino de Júpiter”

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Nota: 3,5

Llegados a este punto, la pregunta se hace imprescindible: ¿Por qué Warner Bros. sigue empeñada en poner ingentes cantidades de dinero en manos de los Wachowski? Desde que firmasen “Matrix” allá por 1.999, la pareja de directores no ha hecho más que enlazar infamia tras infamia. Con delirantes ínfulas de maestros de lo espiritual y lo trascendente, los individuos que revolucionaron estéticamente el cine han logrado que ver sus películas se convierta en una experiencia cercana a pasearse por ferias festivas mientras se mira los baturrillos de figuras cinematográficas infantiles torpemente dibujadas. El deseo por abarcar lo humano y lo divino sigue lastrando los sucesivos proyectos de unos creativos que ya han conseguido incluso que cuestionemos la verdadera calidad de sus obras más trascendentes.

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En este contexto llega a nuestras carteleras “El Destino de Júpiter” con sus dos horas de metraje con reencarnaciones, genética, metafísica, Channing Tatum albino y… En serio. ¿A quién le pareció que esto podía llegar a ser rentable o que el resultado creativo sería aceptable? Tras el11 maniqueísmo de “El Atlas de las Nubes” y la inefable “Speed Racer“, teníamos la esperanza de que los Wachowski hubiesen decidido apostar por el mero entretenimiento y el gusto por la forma, en vez de por ese empeño en la filosofía de mercadillo, pero no ha habido suerte.

“El destino de Júpiter” se convierte en una eterna experiencia en la que nada funciona como debería. Channing Tatum es un tipo solvente en esto de la acción, pero el hecho de repetir una vez tras otra lo que parece el clímax final de la película no juega a su favor. Así es, amigos. La película se convierte en una sucesión de secuencias que parecen el final de la obra. En todas ellas Mila Kunis (la “Júpiter” del título) está a punto de morir o de liarla parda, pero el héroe intergaláctico salva “in extremis” a la torpe protagonista. Como “Atrapado en el tiempo“, pero sin pretenderlo. Esto va generando un pesado cansancio en un espectador que tampoco se traga ya esa pretendida estética Kistch que se acerca más a lo grotesco.

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“Ya nos ha tocado un purista gafapástico“, estaréis pensando. Nada más lejos de la realidad. El aquí firmante es de los que disfruta hasta el alboroto con “Pacific Rim” o con las orgías visuales de Michael Bay (Incluso con la cuarta entrega de “Transformers“, si). Lo que pasa es que “El destino de Júpiter” adolece de tal falta de identidad que ni para divertirse un rato vale. Resulta ordinario hasta lo traumático encontrarse con un guión tan vago salpicado de semejante intención de trascendencia. El empalago de la puesta en escena y la ausencia de humor tampoco ayudan a una película que morirá sin saber lo que quería ser.

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Una cosa si hay que reconocerle a la película, y es que las paradojas temporales y los límites de la relatividad expuestos por Christopher Nolan en “Interestellar” quedan a la altura del betún en comparación con lo que han logrado los Wachowski: Parece que han sido dos días de película… ¡Pero “solo” han sido dos horas! Sus incondicionales están de suerte…

Héctor Fernández Cachón

@HectorFCachontwitter3