El lobo de Wall Street es una de las películas más hedonistas de la carrera de Scorsese. No falta malicia, y el telón de fondo de la historia es el depravado mundo de los tiburones de Wall Steet, pero el objetivo principal de esta cinta es divertir al espectador. Si no, El lobo de Wall Street hubiese durado una hora menos y se habrían eliminado varias escenas de colocones y fiestas. Que hay muchas, tal vez demasiadas. Gracias a ellas, no obstante, Jordan Belfort entra con pleno de derecho en el top de colocones y borracheras de la historia del cine.
“¿Pero puedes trabajar estando drogado?”, le pregunta un jovencito Belfort a Mark Hanna (Matthew McConaughey). “¡Y de qué otra manera podría hacerlo!”, responde Hanna. La escena de la comida entre DiCaprio y McConaughey en los primeros minutos es desquiciante, graciosa, aguda y muy bien interpretada. Como buena parte de la película. Tomamos posiciones, porque El lobo de Wall Street promete emociones fuertes.
A título personal, debemos aclarar que no somos unos fans acérrimos de Scorsese. Es innegable su papel fundamental en el desarrollo del nuevo cine americano y en su haber tiene tres o cuatro títulos imprescindibles, pero sus gustos temáticos se alejan un poco de los nuestros. Es decir, no empezamos a ver El lobo de Wall Street babeando al estilo de un ínclito crítico que todos conocemos.
Aunque conocemos al dedillo los recursos narrativos y el estilo de Scorsese, y no esperamos sorprendernos demasiado, El lobo de Wall Street es capaz de gestionar sus 180 minutos de duración con bastante eficacia evitando el aburrimiento, aunque no la reiteración. No obstante, el guión deja para el final de la cinta dos o tres perlas que devuelven interés a la película.
Dicho guión está firmado por Terence Winter (Los Soprano, Broadwalk Empire) y es uno de los puntales de El lobo de Wall Street. Se basa en el libro del propio Jordan Belfort. Winter combina el humor grueso y necesario en una historia como esta, con una atmósfera de humor negro más sutil que envuelve todo el libreto. Algunas situaciones y diálogos son hilarantes y será difícil que un espectador pueda mantenerse serio toda la cinta.
Ahora bien, escuchar a gente gritando casi sin parar durante 180 minutos, consumiendo gramos y gramos de drogas e ingiriendo decenas de botes de pastillas puede llegar a ahogar a los espectadores. Es decir, un par de colocones pueden tener su gracia. Pero 10, saturan. Un ejemplo de ello es Miedo y asco en Las Vegas, película que, una vez pasada la sorpresa inicial, se diluye entre tantas sustancias psicotrópicas. Una de las escenas finales de El lobo de Wall Street recuerda, no obstante, a lo mejor de la cinta de Gilliam.
Pero aparte de drogas, putas, enanos voladores, mandíbulas desencajadas y pupilas dilatadas, El lobo de Wall Street ofrece una mirada divertida y liviana al mundo de los brokers de Manhattan, enganchados a la droga más dura: la pasta. Jordan Belfort es un personaje honesto, gracioso y desquiciado que se conoce bastante bien a sí mismo. Le gusta lo que le gusta y lo va a seguir haciendo mientras pueda. A su lado, toda una cohorte de frikis comandada por Jonah Hill, actor que consolida su carrera con su papel como mano derecha de Belfort.
¿Y DiCaprio? El actor californiano llevaba varios años detrás de este proyecto y pone hasta la última gota de sudor en su papel. Un tour de force para él que ya ha sido compensado con el Globo de Oro a mejor actor de comedia. No somos especialmente fans de las actuaciones histriónicas y desaforadas, pero suponemos que el papel de Belfort exigía un poco de eso. Bueno, tal vez no tanto…
Mención aparte merece Matthew McConaughey cuyos minutos como Hanna serán recordados durante años. Nos alegramos por un actor, generalmente poco reconocido, que también triunfó en los Globos de Oro y vive un momento mágico gracias a películas como Dallas Buyers Club o Mud.
El lobo de Wall Street no decepcionará a los fans de Scorsese ni de DiCaprio. Es hedonismo puro, que tampoco viene mal de vez en cuando. Quizás sobran gritos, sobran rayas y pastillas, peroratas de DiCaprio ante sus entregados empleados, y falta un poco de contención, pero los responsables de este proyecto apostaron por la demencia. Y a estas alturas, Scorsese y DiCaprio ya hacen los que sale de los ludes…
Lo Mejor: Muchos diálogos y situaciones divertidas. McConaughey
Lo Peor: Algunas de sus facetas pueden hartar a los espectadores. Cierta desmedida en los diálogos y las situaciones divertidas que, al final ya no lo son tanto, por reiterativas.
Y de regalo el Money Chant de Hanna…
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