NOTA: 6
“España: Un crisol de culturas”. Seguro que la frase les suena. Apuntada en los primeros años de nuestra vida escolar en esa asignatura llamada “conocimiento del medio” (“cono” para los amigos) y desarrollada en la posterior y más solemne “historia”, ese “crisol de culturas” siempre ha sido el tema de título más pegadizo. De norte a sur y de este a oeste los rasgos, costumbres y el carácter del “españolito” varía de manera vertiginosa. Esto ha dado lugar a históricas rivalidades y antipatías entre distintos territorios, con guerras que afortunadamente siempre se han solido desarrollar en el campo de la comicidad. De esa fuente bebe la nueva comedia de Emilio Martínez-Lázaro, “Ocho apellidos Vascos”. La disputa entre Euskadi y Andalucía se presenta como el caldo de cultivo ideal para que el director nos ofrezca su particular tour de force a los tópicos más arraigados en ambas comunidades.
Imagínense a un señorito andaluz de manual, con su pelo engominado, con su gracia característica, mujeriego y del Betis. El individuo en cuestión se llama Rafa (Dani Rovira) y cae rendido a los pies de una chica vasca llamada Amaia (Clara Lago). El contraste no puede ser mayor con una joven seria, con poca gracia, borde y con un flequillo “cortado como si le hubiese dado un bocado un burro”. El enamorado Rafa irá en busca de la joven a su pueblo de “las Vascongadas” con intención de conquistarla, pero la cosa se complicará más de la cuenta cuando el padre de Amaia (Karra Elejalde) aparece en la ecuación. El hombre, un vasco de pura cepa no acepta menos que un buen mozo de Euskadi para su hija, con sus buenos ocho apellidos vascos. Ya pueden imaginarse: La comedia está servida.
Vascos brutos y nacionalistas frente a vagos y horteras andaluces. La ensalada de tópicos está servida. La cinta se mueve por ese camino cargado de chistes manidos, que tiene su efecto en el primer tramo de la cinta, pero que se va difuminando con el paso de los minutos. Nos encontramos con una cinta que es agradable durante todo su metraje, pero no siempre divertida. Incapaz de reinventarse en cada nuevo acto, lo que promete ser un torbellino de carcajadas acaba por convertirse en una comedia romántica al uso. Levemente decepcionados nos encontramos con que ese milagro llamado “comedia” se nos escapa entre los dedos y ese es el principal problema de “Ocho apellidos vascos”.
¡Cuanto daño puede hacer un tráiler! Existe la mala costumbre en la industria de vender el producto a cualquier precio. Esto implica que si hay que destapar las partes más jugosas del pastel en los avances, se destapan. “Ocho apellidos vascos” se gasta gran parte de la munición cómica mostrando los mejores “gags” en sus tráilers. Fuera de estos, solo ese magnífico Karra Elejalde es capaz de ofrecernos momentos genuinos. Habría hecho falta un tráiler de 20 minutos para destriparnos cada una de las geniales intervenciones del bueno de Karra. Las risas son suyas y la emotividad también. Solo con él, el precio de la entrada está amortizado.
Es muy difícil que no salgan contentos de “Ocho apellidos vascos”. Lejos de que el aquí firmante hubiese deseado carcajearse de lo lindo sin éxito, el divertimento es incuestionable. Después de una película así debemos darnos la mano unos a otros todos. El cine patrio las necesita. La lástima es que carezca de la explosividad y mala baba que se le podría suponer. En todo caso… ¡Larga vida a la comedia patria!
Héctor Fernández Cachón