¿Por qué las películas con un “mensaje necesario” a menudo ofrecen guiones deficientes? Parece que cuando un director o guionista prepara un proyecto con un fuerte contenido social o moral, especialmente si denuncia una situación actual, considera que el relato cinematográfico es secundario. Una película de denuncia, como cualquier otra, debe intentar satisfacer desde el punto de vista narrativo.
No vale eso de: “lo que cuento es muy importante para el género humano, es arriesgado y va contra la censura, es necesario que todo el mundo sepa lo que ocurre en X, da igual cómo lo cuente, lo importante es que llegue al espectador”. Una película es un relato de ficción, si quieres denunciar mediante un relato de ficción, no con un documental (que maneja otros recursos), no te olvides de cuidar el guión literario, es decir, el discurso, la caracterización de personajes, la coherencia entre episodios o unidades narrativas, bla bla bla.
Todo esto viene a colación de las buenas críticas cosechadas en España y Europa de la película Un toque de violencia. Se llevó el premio al mejor guión en Cannes 2013… Y yo no lo acabo de ver. No será la primera ni la última vez que se valora más el mensaje que el modo en el que este se transmite, que se tiene más en cuenta el relieve, la repercusión y la valentía de un guión que su calidad. Porque Un toque de violencia es una película necesaria, impactante, y que todo el mundo debería ver (especialmente los espectadores interesados en la situación actual de China y sus crecientes desigualdades sociales), pero, no es una buena película.
A touch of sin agrupa cuatro historias de violencia. De violencia, corrupción, desesperación, soledad y dinero. China vive una situación política y económica muy especial. Dos fantasmas recorren China… ¿Qué puede suceder si combinamos lo mejor (o lo peor) del comunismo con lo mejor (o lo peor) del capitalismo? China es la respuesta. La película de Jia Zhang Ke expone las consecuencias de esta evolución imparable de la sociedad china. Y en todo ello radica el innegable valor que tiene esta película como documento de denuncia y análisis social.
El primer protagonista hace lo que muchos han pensado hacer alguna vez. Ante la corrupción generalizada del ámbito político y de poder solo existen 3 opciones: mirar para otro lado, formar parte de ella, o coger la escopeta de caza. Ninguna es una buena opción. La corrupción genera un estado de frustración y rabia difícilmente manejable. Pero mientras haya una persona con poder sobre otra, habrá corrupción. Por mucho que haya caras (o caretas) nuevas en los partidos políticos o en cualquier organización de poder.
Por otro lado, y esto ya es una opinión muy personal, no considero que el mundo esté separado entre inocentes parias y malignos poderosos. Todos tenemos una parte de responsabilidad. ¿Qué hemos hecho, hacemos o haremos para que las cosas cambien? Y la pregunta del millón: ¿Si nosotros tuviésemos poder, resistiríamos la tentación? El ser humano tiene una enorme capacidad para rabiarse con las tropelías ejecutadas por los demás, y para justificar las propias. Sí, sí, resistiríamos la tentación, porque yo lo valgo… Digo más: Seguro que todos los espectadores de esta película empatizan con sus protagonistas, pero ninguno se ve reflejado en los personajes corruptos y poderosos. Hasta cierto punto, es un defecto de la misma: nos presenta una realidad muy polarizada, pobres y ( más o menos) buenos, ricos y malos. El mundo está muy polarizado económicamente, pero no tanto moralmente.
Los otros tres capítulos de Un toque de violencia siguen la línea del primero, aunque solamente el segundo logra satisfacernos a nivel narrativo, además de ofrecer un personaje más complejo. Y es que la cinta de Jia Zhang Ke llega a caer en la reiteración, incluso aburriendo en su última fase. Al final, la denuncia se come a la historia. La insistencia en el (loable) objetivo de la película, perjudica al resultado artístico.
Lo Mejor: Es una película necesaria. La segunda historia.
Lo Peor: Reiterativa y un poco forzada en algunas de las situaciones que expone. Más allá de su impactante mensaje, no funciona del todo bien como relato cinematográfico.
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