Quizá sea cierto aquello que dicen, que cuando alguien fallece se engrandecen sus méritos y se exageran sus virtudes. Cierto, se habla ahora mucho de Jess Franco (Jesús Franco, 1930-2013), fallecido recientemente, cuando en vida fue un director eternamente aislado, incomprendido, cuyas obsesiones dibujaron su cine marginal. Probablemente hablamos del director de cine español más extraño y polémico, que no fue nunca profeta en su tierra, historia viva de aquel cine irreverente que se abría paso en nuestro país mientras la dictadura se acababa.
De Jess Franco llama poderosamente la atención el hecho de haber rodado tantísimas películas a lo largo de su carrera. Tienen tan sólo que irse a su entrada de Wikipedia (que, como todo el contenido de ahí, tenemos que coger con cautela) para comprobar que Jess Franco rodó entre 1959 y 2012 casi 200 películas, lo que nos da una media de casi 4 películas al año. Algo absolutamente escalofriante si pensamos en cuánto se necesita hoy para rodar un largometraje. Pero el cine de Franco era muy barato; sólo se valía con el talento de su director para salir a flote, prácticamente, y así rodó Franco grandes clásicos y grandes bodrios, más de lo segundo que de lo primero. Se dice que no hubo un director que desaprovechara tanto un gran talento como él, aunque lo cierto es que seguramente Jess Franco hacía lo que le gustaba: mucho cine de terror, alguna comedia irreverente, mucho erotismo e incluso pornografía. De entre sus clásicos contamos, por supuesto, su película cumbre, “Necronomicon”, rodada en 1966 y de la que Fritz Lang dijo ser “una de las mejores películas que jamás había visto”. Rodó nada menos que con Christopher Lee y Klaus Kinski “El Conde Drácula” (1970), a la que luego le seguirían algunas secuelas como “”Drácula contra Frankenstein” (1971) o “La hija de Drácula” (1972).
En su filmografía primera nos encontramos con prácticamente todos clásicos del terror, aunque a medida que avanzaba la década de los 70 la filmografía de Franco fue haciéndose más y más erótica, hasta degenerar en el cine pornográfico, de forma en que parece que las propias obsesiones personales del director eran lo que le hacía dirigir, en un talento lamentablemente corrompido. Encontramos aquí títulos como “Sexo caníbal” (1980), “El sexo está loco” (1981), “Colegialas violadas” (1981), “Aberraciones sexuales de una mujer casada” (1981), “La noche de los sexos abiertos” (1983), o más disparatados incluso, como “El ojete de Lulú” (1986). Su último cine mezcló todas sus obsesiones y volvió al terror con altas dosis de erotismo, con ejemplos casi póstumos como “La cripta de las mujeres malditas” (2008) o “La cripta de las mujeres condenadas” (2012, una de sus últimas películas, de la que pudo rodar secuela en el mismo año).
Para mayor gloria de Jess Franco queda haber sido uno de los últimos paladines de Orson Wells, de quien fue discípulo cuando el maestro divagaba sobre sus obsesiones en los últimos años de su vida y su filmografía. Wells nunca terminó de rodar su Quijote y sí lo hizo Franco, en “El Quijote de Orson Wells”, 1992.
La filmografía de Jess Franco es extraña y perversa. Para alguien que quiera acercarse a su cine, es difícil. Sólo podrá encontrar además un puñado de películas de las casi 200 que dirigió. Encuentren “Necronomicon”, encuentren sus Dráculas (que será más difícil) y si gustan del género (¿qué hombre no?) tampoco será difícil encontrar alguna de sus mejores películas eróticas. Películas que nunca dejaron de tener el sello de su director, a pesar de la degeneración de su talento, que podría haber llegado a ser muy grande y no fue. Jess Franco nos ha dejado y, con él, historia viva de aquel cine de antes que se hacía sólo con ingenio.
Tras leer esto tengo la necesida imperiosa de ver alguna pelicula de Jesus Franco…aunque sea un bodrio
la trilogia de la muerte es una genialidad para enfermos mentales. jaja
pero que bodrio ni que bondrio… ten cuidado con el Tio Jess…
Tras leer esto tengo la necesida imperiosa de ver alguna pelicula de Jesus Franco…aunque sea un bodrio